Sueño con una Iglesia de puertas bien abiertas y que reciba a todos

El franciscano José Adolfo Larregain (58) se convirtió el viernes último en el nuevo arzobispo de Corrientes. Se trata del séptimo prelado en los 114 años transcurridos desde que fue creada la Diócesis de Corrientes (3 de febrero de 1910), luego elevada a Arquidiócesis (10 de abril de 1961), tal como se la reconoce en la actualidad.

Tras su multitudinaria y emotiva asunción celebrada en la Catedral «Nuestra Señora del Rosario», el religioso bonaerense accedió una vez más a dialogar con diario época. En este caso, la tónica de la comunicación giró en torno a aspectos de su vida, desde una perspectiva que trata de semblantear lo que será su ministerio pastoral en el Taragüí, provincia en la que reside desde 2020, año en el que fue nombrado obispo auxiliar de su ahora antecesor, Andrés Stanovnik.

Con su tono calmo y afable, pero de conceptos claros y directos, el flamante pastor correntino se explayó acerca de qué lo motivó a ingresar a la orden franciscana, quiénes lo influenciaron en su trayectoria eclesiástica y sus principales metas y objetivos a la hora de gestionar la Arquidiócesis, entre otros temas transcriptos a párrafos seguidos.

¿Cómo y cuándo decidió consagrar su vida al sacerdocio?

Ingresé a la orden franciscana teniendo 26 años. Previamente trabajé en la administración pública e hice una carrera terciaria, que estudié, pero no ejercí (es técnico clasificador de cereales, legumbres y oleaginosas). Quise ingresar a la orden al finalizar el secundario, pero no me animé, no tuve el suficiente coraje ni la valentía, no era el tiempo, creo yo. Además, en esos años hice el servicio militar en la marina, en el portaaviones 25 de mayo. Luego comencé a trabajar y a estudiar y en un momento decidí ingresar a la vida consagrada para que no se me pase más el tiempo.

Ingresé para ser consagrado, no para ser sacerdote, eso lo fui descubriendo en el camino. Así que por lo tanto todo lo he vivido como una novedad y el acompañamiento en los ministerios para la toma de la decisión del sacerdocio influyó mucho en mí.

Hay dos sacramentos que son exclusivos del sacerdote y que no lo puede delegar, porque todo lo demás lo puede hacer otro, estos son confesar y dar la unción de los enfermos. Eso no se puede delegar y fue algo que a mí me marcó muchísimo y que justamente tiene que ver con los sacramentos de curación.

¿Qué personas lo marcaron dentro de la Iglesia? o ¿cuál es su ejemplo a seguir dentro del catolicismo?

Son varias las personas que realmente me marcaron dentro de la Iglesia. En primer término, sacerdotes de mi pueblo, párrocos. Lo mismo que una religiosa de la orden Domínica de la Anunciata, luego Consagrada de la Fraternidad Carlos de Focault. Ella fue mi catequista, una mujer muy comprometida con los derechos humanos, especialmente en la época difícil del año 1976 (inicio de la última dictadura militar).

Una religiosa que incluso tuvo que testificar porque estuvo comprometida en el caso que les costó la vida a los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville (conocidos como los mártires de La Rioja).

Así que por lo tanto esas personas a mí me han marcado la vida fuertemente. Luego también sacerdotes franciscanos de los que aprendí mucho y tengo una gran admiración.

Desde la propia espiritualidad franciscana, el mismo San Francisco, San Antonio de Padua y tantos, santos y santas franciscanas, que son más de 500, y creo que me quedo corto. Hay grandes ejemplos para la vida, para lo cotidiano y para lo ordinario.

También están los «santos de la puerta de al lado», como dice el papa Francisco, personas simples, sencillas, que son santas, que viven la voluntad de Dios con fe, con alegría, con aceptación cada día en su vida.

Si bien reside aquí hace ya más de cuatro años, ¿cómo fue su adaptación a Corrientes?

Mi adaptación a Corrientes fue relativamente fácil. Lo digo teniendo en cuenta que yo vengo del interior de la provincia de Buenos Aires, bien campo adentro, en una zona agrícola-ganadera, a 450 kilómetros de la ciudad central. Me crie en la llanura bonaerense, en una localidad (Adolfo Gonzales Chaves) ubicada entre las sierras de Tandil y de la Ventana. Soy exalumno de una escuela rural.

Entonces, Corrientes me permitió reencontrarme con esa etapa inicial de mi vida. Es disfrutar un mate viendo un caballo. Escuchar la sinfonía de la laguna en el atardecer, o parar al costado de la ruta y contemplar en silencio un cielo estrellado, o permitirme escuchar los distintos sonidos del campo.

Esto lo valoro muchísimo, porque desde que entré a la orden siempre viví en ciudades grandes. Estuve en Bahía Blanca (Buenos Aires), Río Cuarto (Córdoba), Tartagal (Salta) y en diferentes puntos del conurbano bonaerense. Aquí pude encontrarme con esa raíz y con ese origen.

¿Cuál será el eje iniciático o meta primaria de su ministerio pastoral?

Mi objetivo primario es que el magisterio del papa Francisco y el de la Iglesia Universal lo tengamos nosotros como un eje primordial. En este caso, tenemos la sinodalidad, un concepto en el que venimos trabajando hace tiempo y se debe llevar ese concepto a la práctica. Hay que sinodalizar las estructuras, los estilos pastorales y el «día a día» de la Iglesia. Debemos bajar a las bases, llegar a todas las capillas, a los barrios, a los movimientos y esto de sinodalizar es un desafío muy grande, ya que implica un cambio de mentalidad. Demandará tiempos y procesos.

Por otro lado, nos encontramos con el inicio del Año Jubilar, que aquí comenzará hoy domingo y se extenderá hasta el 28 de diciembre de 2025. Es un tiempo para recordar la gracia, la misericordia y la compasión de Dios y para experimentar en nuestra vida bajo el lema: «Peregrinos de la esperanza» y este simbolismo de abrir puertas es muy fuerte. Es abrir las puertas a la cercanía, al compromiso, justicia, solidaridad, compasión. Un jubileo tiene implicancias concretas en la pastoral, se realizan actos que son simbólicos, pero después eso debemos llevarlo a la práctica pastoral.

En tanto, nosotros venimos transcurriendo un camino, que es el de la Segunda Asamblea Diocesana, en el que continuaremos en 2025, con mayor escucha, compromiso y misión.

¿Qué rol debe tener la Iglesia en la sociedad actual?

La Iglesia tiene un rol muy importante en estos tiempos, ser testigos del Señor, anunciadores de que Dios está con nosotros y que por lo tanto no nos tenemos que desanimar, porque experimentamos la presencia de Dios en el caminar del día a día.

La Iglesia tiene para aportar la esperanza, que es algo muy importante, muy valioso y que tanto se necesita hoy, que aun viendo signos negativos, viendo cosas malas, nosotros somos testigos de la esperanza y aguardamos aquello que estamos anhelando profundamente. Y la Iglesia tiene mucho para dar, para ofrecer, para aportar, siendo luz, dando discernimiento, acompañando, sosteniendo, consolando. Son verbos muy grandes, acciones que implican grandes compromisos. Y la Iglesia tiene eso, el mensaje de Jesús para dar y para anunciar, que podrá ser antiguo, pero no es anticuado y que no pasa nunca de moda y que en el día a día de las personas es buena noticia, que transforma y cambia la vida.

¿Cómo va a llevar adelante eso de «Iglesia de puertas abiertas para todos»?

Llevar adelante una Iglesia con puertas abiertas para todos implica un cambio de mentalidad muy grande. Comprende ampliar los horizontes de comprensión, los espacios del corazón, cambiar la mirada. Exige conversión pastoral. Y eso no es fácil porque eso lleva tiempo.

Hay que hacer procesos. Implica formación también, porque hay cosas en las que tenemos que formarnos, aggiornarnos, adaptarnos a los nuevos tiempos, a las realidades, discernirlas, ver también qué es lo que hoy Dios nos pide, discernir los signos de los tiempos.

Nosotros en Corrientes tenemos la gracia de tener las puertas de las iglesias abiertas porque se respeta mucho o hay gente que cuida el lugar, pero no solo es cuestión de tener las puertas abiertas físicamente, sino especialmente tienen que ser cordialmente abiertas.

Es decir, que la persona que venga se sienta recibida realmente de corazón y que sea recibida como la persona viene, que eso es lo que transforma y cambia la vida de una persona. Después vendrán los pasos sucesivos siguientes, con las consecuencias e implicancias que tiene el camino de la conversión.

A los trabajadores de prensa nos costó mucho poder cubrir su ceremonia de asunción. Hay gente que cuando se acerca a un templo o parroquia se siente destratada, ¿qué hará al respecto?

Lamento muchísimo que no se haya tenido previsto un mejor lugar para los medios y para los periodistas, fotógrafos y camarógrafos. Lo lamento porque ustedes hacen una gran labor y les agradezco la cobertura en todos los medios, la televisión, radio, medios gráficos, digitales, las redes sociales, cumplen una labor muy importante. Y en esto tenemos que estar muy atentos, porque no hay lugar en la Iglesia para el maltrato ni para el destrato. En ningún estrato ni desde las más altas esferas hasta el mínimo y más pequeño agente pastoral.

¿A qué se refiere?

Para mí no hay lugar en la Iglesia para el destrato ni para el maltrato ni para los diversos abusos que podríamos decir pueden ser desde los sexuales a los de cualquier otra forma. Me refiero a abusos de poder, de autoridad, económicos, psicológicos, morales. No hay lugar para eso en la Iglesia y eso es algo que el Santo Padre está insistiendo muchísimo y todos tenemos una gran responsabilidad en que eso se lleve adelante.

Para esto es necesaria la formación, tener presente la cultura del buen trato, que nuestras comunidades sean sanas, sanas espiritualmente, sanas emocionalmente. Es decir, que haya un cuidado integral hacia todas las personas. Y de manera muy especial y particular para los frágiles, los vulnerables, los menores, los niños, y toda persona merece un buen trato. Así que disculpen a la organización por haber tenido esta falla.

¿Cuál es su sueño como arzobispo?

Mi sueño como pastor es una Iglesia viva, una Iglesia en salida, una Iglesia Hospital de Campaña que recibe a todos, de puertas bien abiertas y que recibe a la gente como viene y que es testimonio del amor, de la misericordia de Dios, que da alegría allá donde hay tristeza, que da luz donde hay oscuridad, que pone verdad donde hay mentira y confusión. Esa Iglesia es la que yo sueño, es la que deseo profundamente. En definitiva, es la Iglesia que quiso y que quiere Jesús.

Entonces, ¿será usted un pastor «con olor a ovejas», como pide el papa Francisco?

Eso no lo sé, eso lo tiene que decir la gente. Creo que el mejor tensiómetro o barómetro es el pulso de la comunidad. La gente, cómo te ve y qué dice de eso, creo que eso es lo más importante. Dios quiera que pueda hacerlo y que me ayuden también a poder serlo, para no desviarse uno del camino. Hoy se nos pide eso y esa es la vocación principalmente, lo que hacía Jesús.

El nuncio apostólico visitará Corrientes

El arzobispo Larregain dio a conocer que el nuncio apostólico en Argentina, monseñor Miroslaw Adamczyk, confirmó que visitará la provincia en marzo próximo. A través de un comunicado, el pastor informó a sacerdotes y diáconos que el próximo 2 de marzo de 2025 será la apertura del año pastoral en la Basílica de Nuestra Señora de Itatí. «Invité al Nuncio Apostólico, Miroslaw Adamczyk, a presidir la santa misa. Su rápida respuesta fue afirmativa: una gracia y bendición para nuestra Iglesia Particular».

«Ese día nos concentraremos a las 10 en la Avenida 25 de mayo y Manuel Belgrano de dicha localidad. Desde allí, como pueblo de Dios, realizaremos el gesto jubilar diocesano de andar, ponernos en camino, ingresar a la Basílica y celebrar juntos la eucaristía», añadió.

«Los invito y animo como comunidad arquidiocesana a peregrinar ese día a la casa de nuestra «tiernísima Madre». Es realizar un gesto, camino de fe, de ida y de regreso, símbolo de la vida misma que Dios nos acompaña y nos conduce hacia su encuentro para retornar con una experiencia de encuentro fundante. Es oportunidad de crecimiento espiritual porque nos ofrece la posibilidad de realizar procesos de transformación, lo hacemos en comunidad para asumir con mayor conciencia el desafío interpelante de la sinodalidad», agregó.

«Es un llamado a la apertura de la gracia, al compromiso y a la acción: ser constructores de comunidad», cerró el prelado.

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