El INTA responde a un mito urbano: “El 90% de lo que consume un novillo en su vida es forraje y solo 10% es grano”
Existe un mito urbano que habla de que los vacunos de hoy en día están alimentados casi por completo con granos de maíz o soja, y que pasan toda su vida hacinados en un corral. Hasta se dice que eso provoca que su carne finalmente “tenga gusto a cerdo”.
Por supuesto que la dieta de un animal hace a la conformación de su carne y grasa. Una dieta con granos versus la de animal terminado 100% a pasto, mostrará carne con un rojo más brilloso, grasa bien blanca y con mayor proporción de ácidos grasos saturados, una relación ácido oleico/linolenico más alta. Pero de allí a que finalmente sea igual a la del cerdo… Resulta una tremenda exageración.
El bovino es un rumiante y necesita un alto porcentaje de fibra para su correcta nutrición. Es por eso que siempre en su dieta existen forrajes (pasturas nativas o implantadas), hasta en la última etapa -de terminación- en donde bajo los modelos actuales de producción aparece el grano en el comedero.
Irene Ceconi es técnica del INTA de General Villegas (Buenos Aires) y explicó a Bichos de Campo que el 90% de la alimentación de un novillo a lo largo de toda su vida está compuesta por alimentos voluminosos o forrajes, ya sea pastizales naturales, verdeos, pasturas; en forma directa, o como heno o silaje. “Bajo el sistema argentino, solo en la etapa final, de terminación en el corral entra el grano en la dieta. Y aún en la más concentrada, siempre hay un 20% de forraje”, destacó.
Tampoco es que el maíz sea malo para la dieta del bovino, pero hay que usarlo de forma estratégica, destacó Ceconi. “Tampoco hay que caer en el abuso desde jóvenes, como se hacía con los terneros bolita, que eran engordados antes de su desarrollo final de crecimiento”, señaló.
Además, Daniel Méndez, otro técnico ganadero de INTA Gral. Villegas, informó que en toda la vida de un animal desde que nace hasta que es faenado -luego de tres años-, consume cerca de 10 mil kilos de materia seca, que es la unidad de medida que se utiliza para hablar del pasto sin la humedad. En concordancia total con Ceconi, Méndez informó que solo el 10% de la dieta total de la vida del animal corresponde a granos en la etapa de terminación.
El modelo ganadero ha ido cambiando: intensificándose y profesionalizándose. Hace 20 años era poco habitual que los productores realicen reservas forrajeras. Es decir, era muy extraño que recolectaran el pasto que sobraba en la primavera para dárselo a los animales en el invierno, cuando escasea de forma natural.
Allá por la década de los ’80 empezaron a aparecer las maquinarias forrajeras para henificar las pasturas. Y por los ’90 ya se habían establecido entre los productores de punta, junto al silo de planta entera de maíz que también se empezaba a utilizar. De allí salía un súper alimento, que combinaba la fibra y el grano en un solo bocado.
En primera instancia, y siempre a la vanguardia, estuvieron los productores lecheros. Ellos notaban de forma lineal cómo impactaba la calidad alimenticia en el rinde diario de leche. Tenían grandes baches productivos y estabilizar los rindes a lo largo del año resultaba muy beneficioso para sus márgenes.
Atrás de los lecheros, siempre copiaron los productores de carne. Es así que hoy muchos criadores e invernadores henifican sus pasturas y en todo plan de los engordadores entra el silo de maíz como fija en el patio de comidas.
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